La misericordia de Dios conoce nuestro corazón

Claudia esperó un año encarcelada en el penal de Güemes, en Salta, para poder volver a ver a su hijo que padecía cáncer en su Bolivia natal. Finalmente, el pequeño falleció en los brazos de su madre, pero ella deberá volver a prisión debido a que para pagar el tratamiento se vio obligada a cruzar la frontera transportando cocaína.

El narcotráfico es un negocio millonario. Del macabro circuito participan jueces, políticos, funcionarios, policías, y un largo etcétera, en el que se incluyen sobre todo a personas de los ambientes más humildes.

En este caso, una mujer de origen boliviano debió pasar con casi un kilo de droga para poder recibir 500 dólares que destinaría a pagar el tratamiento de su hijo en su país. Todo salió mal, y apenas cruzó la frontera Claudia fue interceptada por gendarmería y encarcelada inmediatamente. Desde aquel momento pasó casi un año y la situación de su hijo se agravó hasta volverse terminal. Pero Claudia quería volver para ver a su pequeño Fernando por lo menos una última vez.

El juez federal de Jujuy, Esteban Hansen, negó su excarcelación. El miércoles pasado, la Sala 2 de la Cámara Federal, revocó esa decisión y finalmente Hansen habilitó a la mujer para estar 30 días en Bolivia y luego volver al penal, donde aguarda por su juicio. En este sentido, fue clave la difusión que hizo Infobae sobre el caso de la mujer, para que se torne de conocimiento público.

Claudia pudo llegar a Santa Cruz de la Sierra, donde se encontraba internado su hijo Fernando, que finalmente falleció en los brazos de su madre. El dolor y la impotencia son enormes. La pobreza de recursos de Claudia la llevó a traficar, aunque ella no sea narcotraficante. Para muchos es muy fácil pedir castigo y mano dura ante estos casos, sin embargo, detengámonos un segundo a ponernos en ese lugar: ¿Qué estaría dispuesto a hacer cada uno con tal de salvar a un ser querido? Claudia estaba en una situación límite: era traficar o nada. Traficar o no poder realizar el tratamiento.

La Justicia finalmente falló para que esta mujer pudiera despedirse de su niño. Pero así como ella, hay miles en situaciones similares, en condiciones netamente desfavorables, y que son la causa de que haya familias que no puedan hacerse cargo de sus hijos, o que deban caer en actos ilícitos para intentar salvar situaciones extremas. A veces es difícil ponerse en el lugar de los demás, pero pensemos por una vez todo lo que debe pasar en la vida de estas personas.

Cristo no juzga. Él no juzgó a la mujer adúltera, ni al buen ladrón, ni a Zaqueo, ni al mismísimo Judas. Pidámosle poder ver a los demás con la misma misericordia con que él lo hace con cada uno de nosotros.

Ignacio Pueyo

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