Reflexión del Evangelio del Domingo 18 de Noviembre (Francisco Bettinelli, sj)

Evangelio según san Marcos 13, 24-32

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearan. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.»


Antes de la Pasión, Jesús nos regala estas palabras que son su último discurso. Pero no por ser lo último es lo menos importante: por el contrario, si es dejado para el final es porque en estas palabras Jesús dice algo que es significativo para comprender todo su ministerio y, más aún, el misterio de la cruz que se avecina.

Jesús anuncia el final de los tiempos. Pero qué difícil puede resultar para nuestra sensibilidad leer este relato catastrófico que nos habla de ángeles poderosos que vendrán de todos los extremos a congregar a los elegidos. Ciertamente, si solo nos quedamos con el anuncio de un final del mundo venidero no hay mucho que hacer. La fe sería algo que nos habla solo de la otra vida, algo que no tiene nada que ver con lo que hacemos a diario: solo cabe resignarse y esperar.

Pero el anuncio del final de los tiempos en lenguaje bíblico es un mensaje lleno de esperanza. Si se habla del final de los tiempos es porque Dios en Jesús ya dijo todo lo que tenía que decir. En efecto, el silencio de la cruz será la palabra más clara que Dios vaya a decirle a los hombres y mujeres en toda la historia: es la palabra de un Dios que se entrega hasta el final y el clamor de un Dios crucificado que grita por una humanidad que sufre injustamente.

Tenemos entonces la certeza de que, en toda situación de nuestra vida, incluso en la angustia y desolación más grandes, es Dios quien tiene la última palabra. “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Pasa el tiempo, pasan las generaciones, pasa la vida, pero la palabra que Dios dijo en Jesús sigue siendo para nosotros la palabra definitiva. Palabra que nos lleva a fijar los ojos en estos tiempos: posar la mirada en nuestra historia que es el lugar donde Dios se hace presente. El final de los tiempos es hoy: es hoy que Dios viene a nuestro encuentro. Es hoy que Dios quiere invitarnos a vivir con esperanza. Es hoy que podemos entregarnos confiadamente a ese Dios que tiene la última palabra. Es hoy que debemos ir al encuentro de ese Dios que sigue crucificado en tantos y tantas de nuestro mundo.

Francisco Betinelli, sj
Estudiante Teología

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