¿Por qué la Iglesia?

La pretensión mas especifica de la Iglesia no consiste simplemente en se vehículo de lo divino, sino en serlo por medio de lo humano. Esta es, ademas, la misma pretensión que tenia Cristo, el escándalo que suscitaba en los jefes religiosos y las personas instruidas en su tiempo, la objeción insuperable: «…No es el carpintero, hijo de María?…». Es decir, ¿No es uno como nosotros, cuyos orígenes se pueden conocer, cuya identidad es accesible y puede ser investigada como la de todo el mundo?

Pero el colmo del escándalo lo constituía el hecho de que no solamente su identidad a primera vista no presentaba nada de misterioso -el carpintero, el hijo de María-, sino que su personalidad humana mostraba una disponibilidad desconcertante con todas las capas de la población, sin hacer diferencia alguna con los mas indignos, los inferiores, los mas criticables. Mas aún, ostentaba una propensión particular hacia ellos: «Como es que come y bebe en compañía de publicanos y pecadores?» (Mc 2,16). Y semejante hombre se atrevía a decir: «Yo soy el camino, la Verdad, y la Vida. Nadie va al padre sino es a través de mí» (Jn 14,6). Se atrevía a implicar hasta tal punto a Dios con su propia persona que llegaba a identificarse con El. Este es el escándalo que la iglesia plantea con su existencia continuamente, ahora y siempre.

Tomemos como ejemplo a San Pablo. Éste hablaba muy mal en presencia de sus interlocutores, bien fuera por defecto de palabra o por falta te actitud, no causaba ningún efecto. Los corintios decían de el que cuando estaba lejos hacia grandes discursos y luego, cuando estaba con ellos, parecía que no tenia nada que decir. No tenia, pues, particulares aptitudes. Todo lo contrario. A decir verdad, es el mas pequeño y puede preguntarse ciertamente por que lo eligió Dios. Después de todo importa poco; ha sido elegido; es necesario que lleve a cabo la misión. Está mas tranquilo, porque sabe que la cosa no viene de él, que no tiene que basarse en sí mismo, que humanamente tiene todo en contra suyo: él, judío, debía dirigirse a los romanos y a los griegos…; él, un hombre sin salud y enclenque (pues tenía que soportar una enfermedad misteriosa, quizás nerviosa) debía afrontar las travesías mas peligrosas y pasar su vida moviéndose de una ciudad a otra. Pablo fue fundador de muchas comunidades cristianas, y evangelizador en varios de los más importantes centros urbanos del Imperio romano tales como Antioquía, Corinto, Éfeso y Roma.

Encontramos en él una humanidad llena de límites, una capacidad absolutamente desproporcionada con aquello de lo que, a pesar de todo, era instrumento. Esta presencia debe ser reconocida como algo que no viene de nosotros, pero que usa de nosotros y que ha comenzado a cambiar el mundo de manera irresistible.

Luigi Giussani
¿Por qué la Iglesia? el signo eficaz de lo divino en la historia

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