“Padre, dime, ¿qué lecciones deseas que como Tu hijo yo aprenda?”

Dios me respondió con una sonrisa: “Que aprendas que no puedes hacer que todos te amen y lo que sí puedes hacer es amar a los demás. (…)

Que lo más valioso no es lo que tienes en tu vida, sino a quién tienes en tu vida.(…)

Que aprendas que debes controlar tus actitudes, o tus actitudes te controlarán cada vez más.(…)

Que los grandes sueños requieren tanto de grandes alas, como de un tren de aterrizaje para lograrlos.(…)

Que aprendas que dos personas pueden mirar la misma cosa y las dos percibir algo diferente.

Que aprendas que eres dueño de lo que callas y esclavo de lo que dices. (…)

Que aprendas que la felicidad no es cuestión de suerte, sino producto de tus decisiones: Decide ser feliz con lo que eres y tienes(…)

Que nunca harás nada tan grande para que Yo te ame más, ni nada tan malo para que deje de amarte mucho; simplemente te amo (…)

Que aprendas que la distancia más lejos que puedes estar de mi es la de una simple oración.

Que perdonar a los demás no es fácil, que no siempre es suficiente ser perdonado por otros y que perdonarte a tí mismo es el primer paso…”

Autor Anónimo.
Traducido y adaptado por Jorge Pinkus

Publicación anterior
Meditación en la Villa
Publicación siguiente
La puerta estrecha – Salome Arricibita

Publicaciones relacionadas

No se han encontrado resultados.
keyboard_arrow_up