Un niño con cara de adulto

La historia de Tim Guénard es tan fuerte como desgarradora. Es el relato del poder sanador del perdón sobre el odio.

A sus 3 años fue abandonado por su madre, y liberado a la suerte de un padre golpeador y sin un gramo de corazón. Debido a una paliza de éste, Tim debió permanecer durante años en un hospital, producto de los 55 huesos que sufrieron daños en su cuerpo.

Deambuló por reformatorios, hospitales psiquiátricos, y la misma calle. El único sentido de su vida parecía ser encontrar y matar a su padre.

Sin embargo, el paso del tiempo, y la aparición de algunas personas claves en su vida, hicieron que ese joven lleno de rencor y odio, poco a poco se convirtiera en una persona con un espíritu enorme.

León, un vagabundo de las calles de París le enseñó a leer y le transmitió al joven su pasión por la lectura.

Pero el click en su vida lo hizo la primera persona que reconoció algo bueno en él: una jueza que, decidida a ayudarlo, le señaló su virtud en el arte. A partir de allí, Tim comenzó a trabajar y poco a poco incluso empezó a ayudar a aquellas personas que, como él, sufrían pérdidas y problemas enormes.

«Estaba herido y sólo quería destruir. Mi fuerza, física y emocional, estaba depositada en mi afán de matar a mi padre. Pero logré vencer aquel odio con el perdón. Poco antes de que él muriera pude perdonarlo y decírselo” contó Guénard hace algunos años a La Nación.

Su autobiografía “Más fuerte que el odio”, se convirtió en un best seller, que solo en Francia vendió más de 300.000 copias.

Hoy, una vez más, el Señor nos llama a la reflexión, y a entender que en la vida hay algo más que problemas e inconvenientes, y que un poco más allá del bosque, hay una luz de esperanza que se abre camino en cada una de nuestras vidas.

Ignacio Pueyo

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