Revolución

A diario; en la vorágine de la rutina, a diario; en un nuevo día que empieza, a diario; en cada decisión que tomar, en cada relación que alimentar, en cada nueva oportunidad. Si, a diario todos vivimos en revolución…
Revolución que va mucho más allá de ser algo extraordinario, revolución que se alza, construye y vive con el solo sentir. Quizás el error sea nuestro por pensar que esta solo puede significar un cambio radical, un giro de 180 grados, un antes y después en nuestra vida.
Hay revoluciones compartidas, que crecen y su vivir es experimentado con otros. Estas nos llevan a agarrarnos muy fuerte de ese otro, nos llevan a caminar juntos porque hay algo que nos identifica y une, porque no estamos solos.
Hay, sin embargo, revoluciones silenciosas que se viven “puertas adentro”. Cualquiera de ellas tiene un rasgo que las hace especiales; la soledad. Una soledad que es tan mía, tan nuestra, que sin darnos cuenta nos lleva a bailar con la revolución, nos empuja a decidir en qué ritmo y a qué tiempo.
En una caricia, en un beso, en un mensaje, una palabra, una mirada, una sonrisa, un abrazo o simplemente en un gesto… Ahí, ahí está la revolución. Ahí ese latir desmedido que empieza a gestarse, ese corazón sediento que, hasta incluso, pareciera por momentos salirse del cuerpo.
Si, es cierto, con el sentir de la revolución viene también ese miedo inherente que es imposible desprender porque hasta creemos que van de la mano.. Ese miedo que nos paraliza, nos confunde y nos aterra, porque sabemos que en una revolución es muy común perder el control…
Es por eso que, la revolución exige de una valentía consciente, capaz de reconocer ese latir acelerado y alborotado. Una valentía que sea algo así como compañera de viaje y no un lugar a dónde escudarse de los miedos sino un punto de partida para crecer y sentir la revolución con ellos.
Puede que resulte exagerado e incluso algo loco, pero si me preguntas a mi, yo quiero vivir en revolución toda mi vida…

Clarita Alesandria

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