Experiencias de multiplicación

Otro viernes más, me encontraba rezando en el espacio de mi comunidad. Un compañero propuso un pasaje del evangelio, y cada uno se retiró a contemplarlo, a rezarlo, como sucede en los momentos de oración que semanalmente tenemos en nuestras reuniones. Era el evangelio de la multiplicación de los panes, y me llevo mucho de ese rato de conversación con mi interior, con lo que me pasa, y con Jesús.

Pensé en cada reunión que venimos. Pensé en cada momento de oración. Oraciones que, para los que llevamos una trayectoria en el apostolado, se vuelven habituales, porque ya nos habituamos a ellas. Sucede que algunas son de gran consolación, que se nos inflama el corazón y se nos llena el espíritu de ánimo, de ganas, de amor. Muchas veces hay otras en que la verdad es que no sentimos nada, o nos llevamos un sentimiento de angustia, de duda; y eso duele, pero está bien, porque también se trata de eso. De que la pregunta, la petición de la oración, nos acompañe. Se trata de paciencia. De extender el tiempo de oración a nuestra cotidianidad para que la pregunta siga resonando, y para que en la experiencia la respuesta emerja. Y también se trata de fe: fe que las respuestas llegan de las maneras que menos nos imaginamos.

De la oración de aquel viernes me resonó una intuición: que el momento de oración, el venir a la reunión, la presencia y la constancia son nuestros cinco panes, son lo que damos, lo que ofrecemos, nuestro compromiso… el señor después lo multiplica, toma eso que ofrecimos y lo convierte en crecimiento. Y esa es la experiencia de Dios que tenemos. Es el fruto de lo trabajado, que muchas veces nos supera, porque es tan maravilloso que nos quedamos con la sensación de una multiplicación: sentimos que con lo poco que dimos, se nos devolvió mucho.

Me vienen a la memoria los momentos de misión, en donde se vive esta experiencia de multiplicación, propia de todas las veces que se ofrece un poco de amor, también mezclado con nuestras fragilidades y limitaciones, pero que se potencia con la recibida y el amor de los otros.

Pienso que nosotros también somos esa gente que, en el relato del evangelio, quería quedarse a compartir la comida, que pedía signos de Jesús, que esperaba algo de Él. Porque estamos metidos en esto también buscando, también esperando alimento de vida. Apostamos a esa “vida en abundancia” que se nos promete, y entre tropezones y caídas, vamos teniendo experiencias de ella, estas experiencias de multiplicación. Y nuestro apostolado, igual que nuestra trayectoria por la vida, se trata de esta búsqueda.

Mili Raffa

apostolado, EVANGELIO, sentido de vida, Vida diaria
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