El Plan de Dios

El plan de Dios necesita de cada uno de nosotros. Porque todos tenemos una misión personal e intransferible sobre la tierra. La Virgen María tuvo la suya. Toda su vida halla explicación en la misión maternal que Dios le confió. Tuvo a Jesús en su vientre, lo vio crecer y ser querido por la gente que los seguía, lo acompañó en su primer milagro, debió verlo morir y sufrir y luego por un regalo de él se hizo nuestra mamá.

Pero, si miramos la vida de María con ojos humanos, antes de que Dios le encomiende su misión, no hallaremos en ella brillo ni cosas llamativas. Ella se santificó por el espíritu de amor con que las realizó. María era una persona, igual a cada uno de nosotros, no se sabía excepcional como era a los ojos de Dios, pero se santificó. Porque hizo todo desde el corazón y confiando en los planes del Señor. Porque su fe nunca titubió y porque abrió su corazón a los dolores y gozos que el Señor le designó. 

El sentido de nuestra vida también esta en aquello para lo que Dios nos creó y para lo cual nos dio cualidades, dones, nos puso en circunstancias particulares, a veces dolorosas y otras veces llenas de gozo, en momentos específicos. También nos rodeó de personas: nadie que piso el camino de tu vida lo hizo al azar, sino porque Dios lo determinó. Y vos y yo estamos destinados a hacer todas las cosas con amor, mucho amor y solamente amor.

San Pablo dice “en todas las cosas interviene Dios para bien de lo que lo aman” (Rom 8, 28); Hagamos nosotros todo para la gloria del Dios a quien amamos. Hagámosle caso a su plan, dispongámosnos a escuchar su palabra y voluntad; la felicidad del cristiano se halla cuando discierne la voluntad de Dios en su vida y la lleva a cabo. ¿Qué quiere Dios de mí? ¿Cuál es mi misión?

Dios la llamó a María en medio de su cotidianeidad, de su quehacer diario, en un día como otro cualquiera para darle un regalo, un don sin precio, un tesoro de más valor que cualquier otra cosa del mundo y más bello que nada. La estaba invitando a ser parte junto a Él en la obra de la salvación. Y también lo hace con vos! En tu día a día, el Señor aparece y te llama. Tal vez, a través de diferentes personas, o simplemente leyendo Su Palabra ¿podés escucharlo? ¿cómo respondes a su llamado?

Carolina Fleurquin

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