Reflexión del Evangelio del Domingo 06 de Septiembre (Marcos Muiño, sj)

Evangelio según San Marcos 7, 31-37.

En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos.

Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete.»

Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»

Cuando rezaba con este Evangelio no podía evitar pensar en el revuelo que ha provocado la foto del niño Sirio en las playas turcas, y me venía la pregunta de si, ante esta u otras realidades “anónimas” “sin foto” que nos rodean más de cerca, es posible que Jesús Vivo haga nuevas todas las cosas, o si es posible pensar que todo se ha hecho bien.

Creo que en el Evangelio de este domingo Jesús como Buena Noticia nos renueva la esperanza desafiándonos. Para confiar en la promesa de Dios de hacer nuevas todas las cosas no nos podemos dar el lujo de vivir hoy con el corazón bloqueado. Y el corazón se bloquea cuando dejamos oxidar algo fundamental: nuestra capacidad para escuchar y nuestra posibilidad de hablar. Cuando se oxida el oído y la boca del corazón creemos que podemos solos, no nos importa la palabra del otro, dejamos de perdonar, dejamos de confiar. Cuando se oxida nuestro oído aturdimos con miles de palabras pero que nada tienen que ver con lo que el otro me pide o necesita. Cuando se oxida nuestro oído se nos escapa que hay muchos “anónimos” “sin foto” que piden a gritos nuestras manos y nuestra voz.

Hoy más que nunca el Evangelio de la Buena Noticia nos da la oportunidad de aceitar el corazón. Jesús viene decidido a romper con ese bloqueo. Y para ello se toma su tiempo, no improvisa con nosotros. Nos lleva a un lugar aparte para estar en silencio. Levanta los ojos y pide al Padre la ayuda para desbloquear nuestro corazón. Jesús Reza. Jesús habla con el Padre sobre nosotros y le pide la fuerza para hacer nuevas todas las cosas, y es ahí cuando Jesús, poniendo su mano sobre nuestro oído y nuestra boca dice: ¡Ábrete! No tengas miedo. No te quedes solo. No te cierres. ¡Ábrete! No dejes que se oxide tu corazón. El mundo necesita que lo escuches, el mundo necesita que digas la verdad, que hables. ¡Ábrete! Para dar una palabra de consuelo. ¡Ábrete! Para aprender a perdonar. ¡Ábrete! Para confiar en que vale la pena jugársela por hacer nuevas todas las cosas.

El gran antídoto para el bloqueo del corazón es el dar gracias. Reconocer que Jesús sigue haciendo las cosas bien por nosotros. Reconocer que el otro tiene algo para mí. Dar gracias por tanto bien recibido nos aceita el corazón, lo hace escuchar, lo hace hablar, lo hace cantar.

Los invito a que este domingo pidamos la gracia para que no desperdiciemos la oportunidad de evitar que se nos oxide aquello que nos hace vivir, que nos da sentido, que nos abre a las personas que queremos. De la mano de Jesús no dejemos que se nos oxide el corazón.

Marcos Muiño, sj
Estudiante Teología

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