Reflexión del Evangelio del Domingo 10 de Septiembre (Gustavo Monzón, sj)

Evangelio según San Mateo 18, 15-20

Jesús dijo a sus discípulos: “Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo. También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos”.


Jesús elige gente para su misión y los motiva para formar una comunidad. Esta grupo se basa, como nos recuerda Pablo, en el deber del amor mutuo. Esto es una deuda que le hace sentido en la constitución del grupo, y nos lleva una responsabilidad de cuidarnos unos a otros. La realidad de amarnos unos a otros, es muy difícil, en la medida que los seres humanos, heridos con el pecado original, no hacemos el bien que deseamos y hacemos el mal que no queremos. Por esta realidad, es que en el interior de la comunidad se necesita la necesidad de corrección ante los desvíos que cometemos en nuestro caminar cristiano. Eso lo sabe Jesús desde los inicios, y, en el evangelio que la liturgia de la Iglesia nos invita a rezar, reconoce, por una parte, la posibilidad de que existan conflictos al interior de la comunidad, por la otra, un modo de corregirlos y de seguir adelante.

Es importante notar que este pasaje, se ubica en una sección del evangelio de Mateo en donde se prepara a los discípulos para que reconozcan que el ser Mesías de Jesús, pasa por la entrega y el abandono en la cruz. Este modo de salvación, lleva al Señor a presentar las actitudes que tiene que haber al interior de la comunidad: cuidarse de la grandeza, evitar el escándalo, atender a los pequeños y como actuar frente a los errores de los hermanos.

Para Jesús, el corregir al hermano no tiene como intención el castigo, sino que se convierta y su vida se inserte en la Alianza, recuperando la relación amorosa entre Dios y su pueblo, como nos recuerda el profeta Ezequiel. Con la dinámica de corrección fraterna que Jesús confía a la comunidad, al punto de atar en el cielo lo que quede atado en la tierra, Dios quiere la salvación de todos. La corrección fraterna, no es un ejercicio para ser un “superapóstol inmaculado” sino una invitación a reconocerse discípulo que va en camino junto con otros en el seguimiento del Señor.

En un contexto de individualismo y “sálvese quien pueda”, la invitación de Jesús es que confiemos que no estamos solos, que veamos en la comunidad un regalo para el camino de fidelidad a aquel que nos llamo y nos anima en a seguir adelante.

Gustavo Monzón, sj
Estudiante Teología

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