El recuerdo de otro Milagro

Cuando hace 15 años atrás nos preparábamos para comenzar la novena a Ntra. Sra. de los Milagros, en la víspera, el 29 de abril, un tercio de nuestra ciudad se encontró sumergida por el desborde del rio Salado.

Jóvenes y adultos del Grupo misionero, y los maestrillos jesuitas fueron a colaborar con el traslado de los internados del Hospital de Niños. El agua los tapó casi finalizando los rescates. Regresaron al Santuario preguntándose qué más podríamos hacer… y les dije: terminada la Misa nos juntamos en la comunidad SJ y tomaremos la decisión.

Resultado: abriríamos las puertas de la Iglesia para cobijar a nuestros hermanos deambulantes por todas partes. Era una noche otoñal: húmeda y fría. Pero con la inundación también fue muy oscura, triste hasta la impotencia, humillante hasta la incomodidad.

Anotamos unos 700 nombres de familia ingresados esa noche. Llamamos a las Radios para informar paraderos. Toda la noche ocupados… hasta que sin darnos cuenta, a las 7 am comenzaban a entrar los feligreses para celebrar la Misa del comienzo de la novena…

Fue un encuentro “dantesco”. Al encender las luces, los hospedados comenzaron a emerger desde un sueño interrumpido o de la pesadilla reciente… Yo me di cuenta de la falta de sentido común de ese momento sin discernimiento. Pero ocurrió una sorpresa. Les conté de qué se trataba esa misa, el comienzo de la novena, el prepararnos para celebrar un milagro de otro tipo de aguas, puras y limpias, como la de la Inmaculada, representado en ese cuadro que durante toda la noche fue la única luz que dejamos encendida en el Santuario mientras ellos dormían.

Al finalizar la misa invitamos a recibir la bendición con agua bendita. Se acercaron todos, uno por uno. Pedimos el milagro del regreso a sus hogares. Lo que tardó para algunos, 30 días; para otros 9 meses. Aunque nada ni nadie fue igual desde esa noche.

El equipo del Colegio y del Santuario que voluntariamente se organizó desde el primer momento, sigue siendo en mi corazón el mejor regalo fraterno de la promesa “la unión hace la fuerza” y “cuando dos o más se reúnan en mi nombre, allí estaré YO”.

El día 9 de mayo, a las 7 am, cuando fui a esperar que llegaran los del equipo de limpieza y organización de la Fiesta, me encontré con el patio todavía oscuro, lleno de gente, silenciosa, moviendo sus cosas… me enojé preguntándome quién habría sido el que los despertó y los estaba moviendo tan temprano de la Iglesia al patio.

Nadie más que ellos solos. Las 400 personas, en gratitud y con respeto a la Fiesta, habían decidido moverse y comenzar a limpiar, antes que llegaran los encargados. Ese día tuvimos Misa de 12 hs., Procesión y misa de 17 hs. y Misa de 19.30 hs. con el Coro de la Universidad. Nadie podía creer que hacía 9 días estaban viviendo tantas personas. No solo eso, sino que durante la Procesión y en las Misas, los primeros que estuvieron presentes, como en su casa, fueron los que habían perdido todo, y sus nuevos hermanos, los misioneros, los alumnos, profesores, exalumnos y amigos del Santuario.

Hoy agradecí por este hermoso milagro de hace 15 años. Y porque pudimos ser instrumentos de Su misericordia para con nuestros hermanos.

Juan José Berli, sj

Publicación anterior
Miro adelante
Publicación siguiente
Te doy una canción

Publicaciones relacionadas

No se han encontrado resultados.
keyboard_arrow_up