Consagración de la Compañía al Corazón de Jesús

Oh Padre Eterno

Mientras oraba Ignacio en la capilla de La Storta, quisiste tú con singular favor aceptar la petición que por mucho tiempo él te hiciera por intercesión de Nuestra Señora: “de ser puesto con tu Hijo”. Le aseguraste también que serías su sostén al decirle: “Yo estaré con vosotros”. Llegaste a manifestar tu deseo de que Jesús portador de la Cruz le admitiese como su servidor, lo que Jesús aceptó dirigiéndose a Ignacio con estas inolvidables palabras: “Quiero que tú nos sirvas”.

Nosotros, sucesores de aquel puñado de hombres que fueron los primeros “compañeros de Jesús”, repetimos a nuestra vez la misma súplica de ser puestos con tu Hijo y de servir “bajo la insignia de la Cruz”, en la que Jesús está clavado por obediencia, con el costado traspasado y el corazón abierto en señal de su amor a Ti y a toda la humanidad.

Renovamos la consagración de la Compañía al Corazón de Jesús y te prometemos la mayor fidelidad pidiendo tu gracia para continuar sirviéndote – a Ti y a tu Hijo con el mismo espíritu y el mismo fervor de Ignacio y de sus compañeros.

Por intercesión de la Virgen María, que acogió la súplica de Ignacio, y delante de la Cruz en la que Jesús nos entrega los tesoros de su corazón abierto, decimos hoy, por medio de El y en El, desde lo más hondo de nuestro ser: “Tomad, Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer. Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno, todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad, dadme vuestro amor y gracia, que esto me basta”.

Pedro Arrupe, sj

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